La diversidad biológica es la base del bienestar humano, brinda una amplia gama de productos de los cuales depende la vida. La Agenda 21, instrumento programático internacional para el abordaje de temas de desarrollo sostenible, señala que aún hay muy poca conciencia de la interrelación existente entre todas las actividades humanas y el ambiente, debido a la insuficiencia o la inexactitud de la información (UNCED, 1992). Según expertos de las Naciones Unidas (ONU), si bien se han logrado algunos éxitos en la conservación de la biodiversidad como uno de los objetivos del milenio, la pérdida de biodiversidad continúa avanzado (ONU, 2015).

Venezuela es un país megadiverso. Se encuentra entre los diez países con mayor número de especies de vertebrados terrestres; cuarto en diversidad de anfibios, sexto en aves, octavo en mamíferos y noveno en reptiles. Adicionalmente contamos con unas 1.700 especies de peces, incluyendo marinos, estuarios y dulciacuícolas, y 16.575 especies de plantas (Rodríguez y Rojas, 2010). Esa diversidad biológica constituye un gran valor para el desarrollo sustentable del país; un desarrollo que valora lo ambiental tanto como lo económico y social; un desarrollo para las actuales y las futuras generaciones. Los recursos de fauna y flora constituyen la principal fuente de alimento de numerosas comunidades indígenas y rurales en toda Venezuela. Poseen, además, valores culturales, asociados a ritos, mitos y leyendas que constituyen patrimonio de la nación. Adicionalmente, muchas especies de plantas son utilizadas con fines medicinales, por lo cual tienen un valor fundamental en la salud y la calidad de vida de las personas. A todo lo anterior, es necesario agregar el valor escénico de los ecosistemas de nuestro país, como los arrecifes coralinos, las sabanas inundables, las lagunas costeras, los manglares, las áreas boscosas, que constituyen un componente importante para el desarrollo de diferentes tipos de turismo, destacándose el turismo de naturaleza.

Maracaná (Ara severus). Una de las especies de aves comunes del Jardín Botánico de Naguanagua

Esta gran variedad, riqueza e importancia de la diversidad biológica es, en líneas generales, desconocida por el ciudadano común y las estrategias utilizadas para divulgarlas en el ámbito de la educación formal y no formal aún son escasos y por tanto insuficientes, a pesar de los esfuerzos realizados por instituciones públicas y privadas (Fundación Tierra Viva, 2015). La mayoría de los esfuerzos han estado enfocados a informar sólo sobre especies animales que están amenazadas de extinción, lo que ha supuesto poco trabajo divulgativo acerca de miles de especies endémicas o de distribución restringidas, de importancia cultural o comercial, o únicas por sus conductas alimentarias, reproductivas o de distribución; o el valor tangible e intangible de los distintos ecosistemas del país. Levin (2009) señala que conservar no es solamente cuidar las especies declaradas en peligro de extinción, sino reconocer el valor de cada especie más allá del papel que juegan en el ecosistema o su potencial uso para el hombre, se trata reconocer su valor intrínseco por el hecho de que son seres vivos.

En este sentido, la vida natural de las ciudades -constituida por pequeños ecosistemas asociados a cerros, ríos y quebradas, así como, plazas, jardines y parques- es poco valorada por el ciudadano. Así también, es común que los habitantes de espacios urbanos, consideren legítimo el uso de la tierra para la construcción de grandes centros comerciales o residenciales, actividades agrícolas mientras que se desdeña las áreas verdes por considerarlas improductivas (Levin, 2009).

Como la poca valoración del habitante de las ciudades por el entorno natural, es una barrera para su conocimiento, valoración y conservación (Levin, 2009), contar con espacios conservados como el bosque relicto que alberga Jardín Botánico de Naguanagua, aumenta las oportunidades de contacto de los ciudadanos con la naturaleza y fomentar una interacción amena, recreativa, interactiva y lúdica, con el fin de contribuir a la conservación de la diversidad biológica.
Lo antes expuesto enfatiza el valor del Jardín Botánico de Naguanagua como recurso para la educación ambiental en el municipio y región, para avanzar sobre tareas claves para la sustentabilidad como lo son la promoción del conocimiento, valoración y conservación de la diversidad biológica en espacios públicos del estado Carabobo, en este contexto.


Adicionalmente, la vinculación con universidades, organizaciones no gubernamentales y comunitarias, es una estrategia que ha demostrado ser exitosa; hay experiencias en el estado que dan cuenta de lo acertado del enfoque de alianzas interinstitucionales para la implementación de proyectos a favor de la conservación de la biodiversidad es espacios públicos. En este sentido, estos resultados son convergentes a lo planteado por la Unión Europea y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, cuando expresan que los programas funcionan mejor y son más sustentables, cuando todas las partes interesadas participan de su diseño e implementación (UE/UICN, 1999).

Jardín de Mariposas en el Jardín Botánico de Naguanagua, creado en alainza entre Fundación Tierra Viva y la Alcaldía de Naguanagua y el financiamiento de EPA.

Jordana Ayala es gerente de proyectos socio ambientales de Fundación Tierra Viva

Referencias
UNCED. (1992). PROGRAMA 21 Documentos oficiales de la Cumbre de la Tierra. Rio de Janeiro.
Recuperado en 10/05/2016, de http://www.un.org.spanish/esa/sustdev/agenda21/
Organización de las Naciones Unidas. (2015). Documentos oficiales. Objetivos de Desarrollo del Milenio: Informe 2015. Recuperado en 10/05/2016 de http://www.un.org
Rodríguez, J. y Rojas, F. (2008). Libro Rojo de la Fauna Venezolana. Tercera Edición. Provita y Shell Venezuela S.A., Caracas. Venezuela.
Fundación Tierra Viva (2015). Estrategias educativas para la conservación de la diversidad biológica. Recuperado en 10/05/2016 de http://desarrollosustentable.com.ve/somos-biodiversidad- estrategias-educativas/
Levin, L. (2009). Vida silvestre en un bosque urbano de Caracas. Fundación Empresas Polar. Caracas.
9-11.
Acosta, L. (2005). Guía práctica para la sistematización de Proyectos y proyectos de cooperación técnica. Oficina Regional de la FAO para América Latina y El Caribe. Recuperado en 10/05/2016 de http://www.fao.org/3/a-ah474s.pdf
Proyecto de Biodiversidad en el Desarrollo (2001). Principios Orientadores para la Biodiversidad en el Desarrollo. Recuperado en 10/05/2016 de https://portals.iucn.org/library/efiles/ documents/2001- 036-2-Es.pdf
Tacón, A. y Firmani, C. (2004), Manual de senderos y uso público. Proyectos CIPMA-FMAM. Región. Valdivia, España. Recuperado en 10/05/2016 de http://senderoslatinoamericanos.org/wpcontent/uploads/2013/11/manual_de_senderos_y_uso_pu blico.pdf